domingo, 29 de abril de 2007

El andar de la Plástica Nicaragüense - Porfirio García Romano

El andar de la Plástica Nicaragüense
Neovanguardismo en la década de los años setenta
—Porfirio García Romano—Managua

Alejandro Aróstegui. "Naturaleza Muerta y Paisaje" 1979. Técnica Mixta/Madera. 180x 160 cm. Col. Kity Meyer. EUA. (1)
En la década de los años setenta el andar de la plástica nicaraguense tuvo en la manifestación pictórica varios derroteros, pero todos como consecuencia de las tendencias de vanguardia que imperaron en Europa en la primera mitad del siglo XX. El espíritu de vanguardia, doctrina artística de tendencia renovadora, que reaccionó contra lo tradicional, amparó el auge que adquirió la pintura primitivista en la Nicaragua de los setenta. Y fue medio de formas para las expresiones coterráneas del realismo social, el indigenismo y colonia en la búsqueda de un arte de identidad. Aunque también sirvió de lenguaje dentro del puro lirismo de la plástica pictórica. Los diferentes caminos de la pintura de la década de los años setenta no pueden omitir en sus orígenes esta referencia vanguardista definitivamente reconvertida y sistematizada para su enseñanza por Rodrigo Peñalba a partir de 1948, en una escuela de características modernas. En principio se puede citar la corriente expresionista, incluyendo ciertas tendencias hacia el expresionismo sensual. Corriente que tuvo mucha aceptación y despliegue en los años setenta, probablemente por el tipo de enseñanza de Peñalba, que enfocado hacia el aprendizaje de técnicas y la experimentación dio mucha libertad hacia la pintura instintiva sobre la otra de contenidos mas profundos e intelectuales. Sin embargo la manifestación tardía de esta tendencia tuvo sus particularidades. El reconocimiento de esta forma plástica llevó en sí, una alta dosis de eclecticismo, que entre otros reconoció la asimilación de otras tendencias de vanguardia como el cubismo o el futurismo . Tal fue el caso de la propuesta pictórica de Rodrigo Peñalba. A mediados de los setenta Rodrigo Peñalba, es uno o más de los integrantes de la plástica nacional, que retomando formas plásticas de reconocimiento universal cultivó formas figurativas, utópicas o fantásticas, o bien, formas abstractas como es el caso de otros exponentes, llenas de una gran carga lírica. Peñalba dentro de su variada propuesta pictórica no omitía formas tradicionales, sobre todo en el arte del retrato, realizó a mediados de los setenta obras con gran énfasis en los aspectos del color y la textura. En la creación de sus figuras distorsionadas en relación a la natural anatomía del cuerpo humano “Rostro de Mujer”, (1970), “Mujer frente al Espejo”, (1972), exterioriza un fuerte contenido neovanguardista dentro del expresionismo. Destacando, sin olvidarse de su propuesta de búsqueda nacionalista, el aspecto congruente con el físico de la mujer indígena. La labor creativa de Peñalba, no puede considerarse sim embargo simplemente tardía, hay en ella una conciencia tendiente al revival y al eclecticismo según los fines que se proponía. Estas tendencias del maestro, mismas que también enseñaba bajo criterios de amplia escogencia, relacionaron la práctica artística con la conciencia
Humana del nicaraguense de la época no cayendo en un simple aplique entre tendencia de vanguardia y realidad nacional, sino en el aprovechamiento de una nueva orientación hacia la o definitivamente poético. Mucho del arte de Peñalba y sus discípulos conectaba con la psicología y la sociología, llegando en algunos casos abandonar temas de la realidad social o histórica cultural sin perder su esencia lírica. El ejemplo máximo del expresionismo sensual, de un discípulo perteneciente a la escuela de Peñalba es Omar D’León (1929) quién dentro de lo puramente poético desarrolla el gusto por una pintura donde lo principal, a pesar de su figurativismo, son sus valores plásticos: plano, color, línea y volumen. En su serie de “Frutas mutantes”(1976 a 1977) desarrolla formas fantásticas haciendo énfasis a la sensualidad de la superficie de los cuerpos y su cosmogonidad. Mujeres y parejas entrelazadas sin abandonar lo primigenio y el erotismo es lo que plantea Genaro Lugo, con sus personajes casi grotescos de formas efusivas, (Rito erótico) que no desprende sus vínculos precolombinos. Mujeres como construidas dentro de una vasija o parejas entrelazadas con pies manos o cabezas exageradas en procesos de abstracción hacia su elemento más sintético. Partiendo de la síntesis de formas y figuras, llega a sus propuestas abstractas cargados de simbolismo y de referencias zoomorfas y cosmogónicas, cuando a mediados de los setenta aborda sus series de buhos, y lunas, y ventanas. Intrincadas figuras formadas por planos y líneas, construidas en ocres por una gran abundancia de texturas. El caso de Leonel Vanegas va más allá, partiendo del tratamiento de la superficie en la pintura matérica y procedimientos del dibujo automatista surrealista, introduce a mediados de los años setenta, propuestas abstractas con características orgánicas. Juegos de planos amorfos cargados de textura táctil, a veces de arena, que partiendo del accidente pictórico se vinculan a lo telúrico y volcánico, haciendo señas inmediatas al paisaje nacional. Un desprecio a la alusión de figuras como las que también practicaba Efrén Medina a mediados de esta misma década, heredando lo monocromático de baja tonalidad de los Praxis, e insistiendo sobre toros, lunas, rostros o torsos, es el caso único de Rolando Castellón, quien con sus folds (1974-1978) especies de figuras pintadas a manera de ensambles definen con dobleces y resalte de la textura de superficies una propuesta de abstracción geométrica, de marcada originalidad. Muy diferente pero con pretensiones universales es la propuesta de Bernard Dreyfus, quién parte para la creación de figuras de insinuaciones genéticas, de un aparente gestualismo, definiendo especies de figuras humanas como escritura caligráfica del inconsciente. Figuras que asocian un ser universal humano con formas mecánicas.
A principios de los setenta, Armando Morales (1927), ya había agotado sus últimos años en la búsqueda de formas dentro de contenidos puramente abstractos y había vuelto a la figuración. Un figuraritivismo irreal, empleando paisajes urbanos, mujeres como maniquíes , objetos descritos y dispuestos en un tono inquietante y con un recurso de luz tamizada y enfebrecida, acompañada de un mundo personal donde abundan sin anécdotas referencias nostálgicas de su ciudad natal, Granada, o intereses meramente poéticos resaltando la carnalidad de las frutas la austeridad y composición del modelo clásico y la naturaleza muerta vista desde una óptica contemporánea. Fácil es aludir sin premeditación las realizaciones de la pintura metafísica o tachar el arte de Armando Morales de surrealista, cuando en realidad la pintura del nicaraguense esta en otro contexto y va mas allá trascendiendo la pintura de un Georgio De Ghirico (1888-1978), o de un Hans Bellmer, cayendo en hechos meramente plásticos. Cada en su mundo y cada quien en su lugar, también se ha querido implicar a otro artista que se proyecta en los años setenta, el esteliano Bayardo Gámez (1951) con el surrealismo. Gámez nos dejó en (Puertas Giratorias, 1979), la publicación de sus dibujos realizados de 1971 a 1978, donde sus figuras parecen surgida de mitologías arcaicas, y ser al mismo tiempo que fantásticos personajes barrocos, formas de escape, fantasías figuradas que se distancian de nuestra vida alienada, producto de un tremendo pathos interior. En principio la pintura en Nicaragua en la década de los años setenta, marcada por las consecuencias del vanguardismo, es también un producto acorde, al día, con algunas de las tendencias existentes en la época en los Estados Unidos. Existe un vínculo al informalismo europeo, a la pintura matérica, al expresionismo abstracto. Pero también con excepción del pop, al neodadaísmo de norteamérica (1960-1971). Es el caso de Alejandro Aróstegui (1935), quién de forma muy particular contribuye durante la época de los setenta, construyendo paisajes utilizando lo habitualmente gastado. La utilización de envases metálicos, objetos de desperdicios, que que reconstruye y manipula con la finalidad de acercar arte y realidad, creando nuevas formas descriptivas. Aróstegui integra el objeto prefabricado de la industria consumista a la obra de arte, aplicando las técnicas de la combinación de materiales (combine-painting) combinación de pinturas y objetos. A veces con fines de denunciar o expresar la circunstancias de la realidad social o a veces por un hecho meramente lírico. Cumpliendo con esto uno de los preceptos de la definición de vanguardia, la vanguardia como autocrítica del arte de la sociedad moderna.
Bibliografía: ------------- Pintura Contemporánea de Nicaragua. Instituto Nacional de Bellas Artes. Catálogo 1981. Gamez, Bayardo. Puertas Giratorias. Dibujos. Ediciones Nacionales. Managua. 1978. Burger Peter. Teoría de la Vanguardia. Ediciones Península. Barcelona. 1987. G. Torres M.D. La Modernidad en la Pintura Nicaraguense. 1948-1990. Colección BANIC. 1989.
Próxima entrega: La década de los años 80 en Nicaragua.
Pie de Foto: Alejandro Aróstegui. “Naturaleza Muerta y Paisaje”. 1979. Técnica Mixta/ Madera. 180x 160 cm. Col. Kity Meyer. EUA. (1).
Nota: En la entrega del número anterior 66/90, se hablo equivocadamente en el título de noventa y no de la década del setenta. Pedimos disculpas a nuestros lectores y coleccionistas por este error involuntario.
http://archivo.elnuevodiario.com.ni/1998/noviembre/08-noviembre-1998/cultural/cultural1.html

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